El aire revolvía su
manto oscuro como la misma noche, miraba desde lo alto, arriba en el cielo. Lo
saboreaba, aquellas sensaciones eran un éxtasis puro que se consumía lentamente
en su paladar, tomo su bastón y el cuervo que le hacia compañía que descansaba plácidamente
sobre su hombre se echo a volar, bajando en picada y el solo le vio
desaparecer.
Este mundo le
agradaba, sin duda alguna; esos seres que caminaban tan distintos en todas las
dimensiones posibles eran tan exquisitos.
El Mensajero había
visto otros mundos ser consumidos por sus amos, él solo se encargaba de
eliminar a lo que sus amos veían como posibles amenazas para que el hobbie
favorito de sus patrones se consumara.
No pertenecía a este
mundo ni a ningún otro, la razón de existencia no la sabía y a decir verdad
tampoco le interesaba mucho. Su forma gelatinosa se ondeaba al ritmo del
viento, admiro de nueva cuenta e inhaló profundamente saboreando; odio, deseo,
tristeza, envidia, gula, codicia, era el buffet completo, de haber tenido un corazón
este se le habría hinchado de puro gozo, pero ahora debía conseguir un vasallo
y hacerse de su cuerpo para poder cumplir su misión.
Sabía con exactitud lo
que buscaba, su forma gelatinosa retumbaba por la excitación, hacia desde hace
un buen rato que la había visto, su esencia era algo que no pasaba
desapercibido solo así porque si.
La vio columpiándose con
la mirada vidriosa que no tenia dirección alguna estaba llena de ira e
impotencia, eso hizo sonreír al Mensajero.
Comenzó a descender y
entonces lo vio, su vasallo perfecto. La esencia de aquel muchacho era
agridulce y estaba lleno de codicia. El Mensajero se deshizo de su forma
gelatinosa y bajo en picada como anteriormente había hecho su compañero el
cuervo, tomo el cuerpo de su vasallo irrumpiendo como un huésped inesperado, la
esencia de su vasallo luchaba pero era inútil, era el ahora quien mandaba. El
cuerpo del muchacho se retorció varias veces, la esencia era fuerte pero aun así
no valió de nada.
Cuando estuvo completamente
dentro trato de incorporarse con su
nueva forma, observo a su alrededor a aquello que llamaban vecindario, estaba
vacio. El Mensajero había estudiado con mucho ímpetu y antelación
el estilo de vida de esos seres que se le hacían de lo mas divertido, la simple
razón de verlos pelearse con ellos mismos le daba bastante risa al igual como
se destruían los unos a los otros, aquello era oro puro, sin embargo debía dejar
la diversión para otro momento y concentrarse a lo que lo habían enviado.
Se irguió en todo su esplendor mientras se acomodaba el
cascaron, como el llamaba al cuerpo humano, era extraño, de todos los vasallos
que hubiese podido tener este cuerpo era de lo mas raro, comenzó a caminar un
poco desorientado puesto que las piernas le temblaban como si sufriera
convulsiones, ahora que estaba abajo en lo que llamaban la tierra se sintió un
poco vulnerable, una ráfaga de viento le alboroto el cabello y se estremeció.
Los cuerpos humanos
son muy sensibles, pensó algo enfurruñado por sentirse débil, comenzó a caminar
ahora con mas coordinación y por pura inercia sin saber exactamente a donde se dirigía
hasta que llego a una enorme casa de color melocotón, el jardín frontal estaba
flanqueado por dos enorme arboles de ahí se abría un caminito que conducía a la
puerta principal de color caoba con grabados en la parte inferior, El Mensajero
vio con los ojos de su vasallo, la fachada de la casa era de estilo tudor, algo
extraño el en vecindario, porque las demás casas que rodeaban a esta eran mas vanguardistas.
Siguió con la mirada el jardín observando una gama de coloridas flores: orquídeas,
rosas, violetas e inclusive girasoles adornaban con elegancia toda la casa.
Cuando se dirigió a la puerta pudo admirar con más detenimiento los grabados de
la puerta, eran ángeles y una frase en alguna lengua mundana. Puso un dedo
sobre el botón del timbre y escucho la campanilla sonar que mantenía un tono
nasal y aburrido.
Espero y la puerta con
ángeles que abrió, El Mensajero odiaba esas cosas, ángeles y demonios eran tan
reales como el, pero aquellos seres que habitaban la tierra aun no estaban
preparados para presenciar y maravillarse de cosas como él o como los ángeles y
demonios, no definitivamente aun no estaban listos, pero faltaba poco para que
la venda se les cayera de los ojos, su
cuerpo humano sonrió y la mujer que estaba frente suyo dijo:
— ¿Andrew y donde esta
Aarón?
¿y cómo para cuando los demás, ah?
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